domingo, 6 de mayo de 2012

Impuestos, Rajoy y Guzmán el Bueno

   -¿De qué te sonríes así, tía Blasina? Cuenta, que yo también quiero.
   -Es que he recibido una carta de Ale, mi italianini preferido.
   -Huuuummmm...
  -No, Martina, con él mantengo casta amistad e intercambio postal clásico. Él me cuenta de las sandeces de su país y yo de las burradas del nuestro. ¿Sabes que por allí algunos llaman a Rajoy il signore Forbici?
   -...
   -El señor Tijeras. Te leo:

Hermana Blasa:
Para que veas que nuestros antepasados, por muy bestias que fueran, son, a su vez, precursores de nosotros, que en lo de bestias tampoco nos quedamos cortos, te voy a contar lo que le sucedió a un noble vasallo del Emir de los Benimerines, llamado, como no podía ser de otra forma, Alonso Pérez, o Alonso Pérez de Guzman.
Este caballero había sido enviado por su señor a cobrar los impuestos de unos rifeños nómadas, que llenos de sentido común, no tenían el menor interés en pagar impuestos a un rey cuya utilidad les resultaba un tanto arcana.
Llegó nuestro caballero a los agrestes montes del Rif y allí estaban los sujetos pasivos de los impuestos reales como si tal cosa, haciéndole ver de inmediato al señor don Alonso Pérez que por allí se va a la Meca y por el otro lado a otro sitio, que no es decoroso concretar. Así que marchando…
El Caballero montó en cólera. Desde la propia montura de su alazán, a la vez que emitía un gruñido intraducible, desenvainaba espada, picaba espuelas y su caballo se ponía al galope, seguido de otros diez mil con sus jinetes en postura semejante a la del Caballero.
Hubo un momento de sensatez en los rifeños y, en breves galopadas, se dispersaron por las montañas próximas perseguidos por los cobradores de impuestos…
Al caer la tarde, los rifeños solicitaron tregua y ambas partes se retiraron a parlamentar. Los rifeños debatieron entre ellos el pago y utilidad de sus impuestos, así como la solicitud de aplazamientos. Los guerreros de Alonso Pérez eran partidarios de matar a los rifeños y arramblar con todo lo que pudieran. Pero allí brilló la privilegiada cabeza del Caballero, que se opuso a tal matanza, pues se trataba de seres humanos en activo, considerando que si los mataban, ya no podrían pagar más impuestos, y el Emir de los Creyentes se las iba a ver y desear con los mercados, las primas de riesgo y cosas peores, con el añadido de que al propio Caballero y a su tropa les iba a resultar difícil que la Hacienda del Emir los contratara en el futuro. Los aguerridos recaudadores pensaron, meditaron y hasta comprendieron razonamientos tan alambicados como esos, y miraron con mejores ojos a los morosos fiscales. Estos, a su vez, consideraron razonables las cuentas del fisco y algunos dellos hasta presentaron obsequios personales a los caballeros.
Moraleja: Hasta el obtuso razona cuando se le explica claramente una situación…
Todo lo que te refiero, en mayor detalle, puedes encontrarlo en el “Codice istruttivo a ottuso e sciocchi”, en su Esempio XIV.
Te saludo, mi estimada Blasa:
Alexander Cotta di Malla

   -Habrá que leerlo, tita, aunque traducido, claro.
   -No, hija, la mayoría de la gente no necesitamos leer “Códice instructivo para necios y obtusos”, nos aprovecha más “Hay alternativas” y nuestro propio sentido crítico.


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