domingo, 29 de abril de 2018

De las corridas de toros a "La manada", secuelas de la dictadura

          Tengo un amigo a quien le gustan las corridas de toros. Me dice que los toreros son valientes. Yo le respondo que más valor hay que tener para salir adelante con sueldos de miseria, hijes, facturas de servicios básicos e hipoteca que a lo mejor no puedes pagar y un día de estos te ves en la calle... También ser mujer día a día y mucho más si eres inmigrante, si no eres fémina heterosexual, si...
          En las corridas de toros, "la manada" se llama cuadrilla. La cuadrilla la componen varones que torturan de diferente forma a un animal, toro, mediante lesiones de banderillas y rejón para que pierda fuerzas y el torero lo pueda matar, lo debilitan para que uno lo remate. Actúan colectiva y coordinadamente para torturar y dar muerte a un animal al que crían expresamente para ese cometido de víctima. Eso está considerado en mi país una fiesta, y lo llaman fiesta nacional por añadidura. Es un festejo representativo de nuestro país dentro y fuera de nuestras fronteras.
          Un grupo de hombres acorrala a una mujer, la torturan sexualmente penetrándola numerosas veces vaginal, anal y bucalmente y le "matan" los inicios de su juventud. Se retransmite mediante móvil -no por la tele como las corridas de toros-, los seguidores aplauden y alaban la faena. Los participantes, la manada-cuadrilla, se felicitan por su éxito, por lo bien que lo han hecho. Muestran el dolor y sufrimiento de la víctima como trofeo, al igual que se muestra al animal muerto en la plaza, y ufanos presumen de hazaña cual torero que da la vuelta al ruedo mostrando una parte amputada del animal, oreja, rabo, entre aplausos del público.
            ¿Por qué nos extrañamos de que en este juicio no se considere agresión sexual, violación, los hechos padecidos, sufridos, por esta jovencísima mujer? ¿Por qué nos sorprende que la ley no lo contemple rotundamente así? Nuestra fiesta nacional nos retrata, retrata una cultura que rinde tributo al poder sobre el supuestamente débil, que no es tal, solo un animal a quien se debilita a propósito mediante tortura cruenta y cruel, encerrado sin escapatoria posible.
          Nuestra cultura, heredera del franquismo-catolicismo, es una cultura obsesionada con encumbrar y ensalzar el sufrimiento y la muerte: el hombre más valeroso, el que pierde la vida en una guerra; la mujer más valerosa, la que pierde la vida defendiendo su "virtud" (porque si no la defiende parece que tenga merecido lo que le suceda); la Semana Santa celebra la muerte del Dios católico y se olvida de la parte más hermosa y esperanzadora que es la resurrección; el/la mejor trabajador/a es quien entrega su vida al trabajo sin mirar la cantidad de horas, su salario mísero ni el desgaste de su salud; etc., etc., etc., demasiado largo...
               Han pasado más de cuarenta años de la muerte de un militar dictador que se sublevó contra una democracia -tuviera los defectos que tuviera, pero era una democracia-. Durante cuarenta años -tras unos pocos de república y muchos de dictadura anterior y monarquías absolutistas y siempre bajo la tutela de la iglesia católica- hemos sido educados moral, espiritual, mental, emocional, social, económica, culturalmente, etc. por un régimen militar-religioso por el que la famosa Transición ha pasado de puntillas. Hasta que no lo derroquemos dentro de nosotres mismes con todo el apoyo mutuo de que seamos capaces y no lo derroquemos en nuestras formas sociales y de convivencia, en nuestros hábitos, costumbres y comportamientos, desde los políticos, económicos, judiciales, institucionales... , hasta los modestos y cotidianos de cada día a base de mucha solidaridad y cooperación, no habremos derrotado definitivamente a la dictadura, sus secuelas y a sus secuaces.
           Hasta que en este país no nos parezca una bestilidad, un sinsentido, una aberración sentencias como la de "la manada", condenas judiciales por canciones, chistes, posiciones políticas discrepantes, etc., desahucios, condiciones de trabajo cercanas a modos esclavistas, incapacidad para recibir y alojar a exiliados, abusos y acosos sexuales como formas normales de relación, y el sinfín de situaciones que se te están pasando por la cabeza, no nos podremos llamar democracia con mayúsculas, solo seremos la eterna prolongación de una Historia incapaz de mirarse a sí misma, aprender de sus errores y cambiar.