domingo, 12 de abril de 2020

Lista de la compra imprescindible en tiempos confinados

-Plim pirimplín plin plin... Plim pirimplín plin plin...
-Hola, sobrina, ¿qué tal? ¿Se te han caído ya los ojos con tanto ordenador?
-Deja, deja, tita, que me he hecho el propósito de ponerme un horario para teletrabajar y pienso cumplirlo a rajatabla.
-Eso está por ver...
-Pues mira, sí, te llamo porque voy a la compra, por si quieres que te lleve algo.
-Estupendo. Me traes un par de zanahorias.
-¿Grandes o pequeñas?
-Mejor un cuarto variadas y así elijo.
-Te llevé a principio de semana, ¿tan pronto se te han acabado?
-No... es que se han puesto un poco blandurrias.
-Bueno, tita, pero aprovéchalas, seguro que no han perdido el sabor.
-¡Anda, anda, el sabor ni el sabor! Y unos cuantos plátanos medianitos.
-¿Algo más, tita?
-Un par de kiwis
-Si a ti no te gustan...
-Mujer, para hacer juego con el resto, así redonditos y peluditos... Y de paso me compras una revista del corazón o alguna de ese estilo, tú la ojeas y la que traiga más anuncios de eslips, pues esa.
-Tía Blasina...
-Soy humana, sobrina... Y el confinamiento, de momento, solo es físico. Aún no nos han confinado el cerebro.
- ... ... ...
-Ya, sí, lo mismo pienso, pero no nos pongamos pesimistas, Martina, si no, no me va a servir de nada que me traigas la compra, ni a ti el satisfayer que te regalé por Reyes. Además, estamos en guerra, tu deber como patriota para contribuir a ganar esta batalla es ser una buena compatriota y avituallarme de lo que necesario para seguir haciendo frente al enemigo con valor y coraje, sin doblegarme, para salir victoriosa de esta contienda.
-Vale, tita, vale, también te prestaré el póster de Robert Redford en sus buenos tiempos.

viernes, 3 de abril de 2020

Consejos de Tía Blasina frente al coronavirus (II): Hay que matar el aburrimiento

Eleven A.M.                  Edward Hopper

         Queridos y queridas enclaustrados y enclaustradas, confinados y confinadas, encerrados y encerradas, recluidos y recluidas:
          Una tarea que parece prescriptiva estas semanas es pecar contra el quinto mandamiento. No, señora, no es arrojar un viejo tomo de enciclopedia a su vecino del segundo que desafina a gallo limpio pensando que es Pavarotti; ni tampoco, caballero, idear la mejor forma de atraer a los chillones quintillizos del bajo al centro del patinillo para dejarles caer el macetón de la kentia a ver si se convierten en mellizos. Solo hablamos de matar el aburrimiento y el tiempo.
           He aquí algunos consejos extraídos de mi experiencia en estos días:
           1.-Reparación de solería.
       Después de tres semanas de confinamiento comenzaron a aparecer en el pasillo de mi casa surcos, quizá por seguir el consejo gimnástico de mi vecina del A: caminar cada día 1000 pasos.
          Se toman rollos de papel higiénico de los almacenados tras varios saqueos; se aplastan convenientemente y se introducen en los surcos, ajustándolos a modo de pavimento adoquinado. No es necesario darle ningura tintura en particular, del continuo pisoteo adquirirá en breve la tonalidad grisácea del auténtico.
           Esta reparación es necesaria antes de aparecer en el piso inferior, pues eso violaría el confinamiento decretado en el estado de alarma.
        2.-Cultivar la escritura.
            Es de todos conocido que la escritura es terapéutica, relajante y contribuye a ordenar nuestras ideas. No hay más que apreciar las leyendas en las puertas de los urinarios; incluso líderes políticos de la talla de Donald Trump son tuiteros que obtienen un gran relax mediante la escritura de memeces, necedades, exabruptos, insultos, calumnias, falsedades, crueldades, etc. Aunque no sé si he echado mano de los ejemplos más idóneos, pues no tienen ideas que ordenar.
               Pero vosotros y vosotras sí, así que os animo a perder la vergüenza y expresaros: para ordenar las ideas, matar el tiempo o asesinar al aburrimiento. Yo la perdí el otro día:
Esto del confinamiento
es asunto difícil de pelar
hablo con la tele
que me ignora
hablo con el frigorífico
que me muestra frialdad
la lavadora en blanco
mi cama durmiendo
el armario encerrado en sí mismo
y yo me desespero.
Cojo papel y boli
la tinta se corre
el papel se humedece
¡cómo disfrutan los dos!
y del teclado qué decir
se mofa de mi índice
único dedo pulsador.
Al fin me asiento
claudico de mi vagabundeo
escucho a las orejas del sillon
sí es cierto que dialogar puedo
con un hermoso volumen
que me cuenta y le cuento
Virtud de los libros
espacios abiertos.

¡Matad, asesinad al aburrimiento, no quiero que acabéis así!:
Eine Kleine Nachtmusik                               Dorothea Tanning