-¡Oh, René Lavand, qué hombre, qué elegancia, qué mano! ¿Te has fijado en sus ojos? Son seductores a más no poder, con esa mirada profunda...
-Ja,ja, tía Blasina, que hemos asistido a un espectáculo de magia, no a un espectáculo de boys. Cualquiera que te oiga...
-Pues publicidad callejera, ea.
-Sí, pero ten cuidado con el paraguas que has estado a punto de saltarle un ojo a ese muchacho.
-¡Cómo maneja las cartas, Martina! Más parece que las acaricia, o las seduce, o las engatusa... Aparecen, desaparecen... ¡Es increíble!
-Genial, absolutamente genial. Y la limpieza y claridad con la que trabaja...
-Y cómo embelesa al público con su voz, esos poemas, esas narraciones...
-La verdad, tita, es que su espectáculo es una mezcla encantadora de magia y literatura. Es como un encantador de serpientes.
-Cultiva nuestro asombro.
-Al menos para quienes somos capaces de sacar a pasear a nuestro niño interior.
-Hija, ¡qué solemne te pones!
-Ja,ja. No, tita, es que es así. Conozco personas a quienes les enervan los juegos de magia porque no los pueden averiguar, ni controlar.
-No follan en condiciones.
-¡Tía Blasina!
-Qué quieres que te diga, Martina, si uno no disfruta jugando, ¿cómo va a disfrutar con otros menesteres?
-Estábamos hablando de lo magnífico que es como mago René Lavand...
-Y esa coletilla que usa: No se puede hacer más lento... ¡Ay, qué pena que esté casado!
-¡¡Tita, sal de tu encantamiento, que perdemos el autobús!!
Tía Blasina, no conozco a semejante ilusionista, pero le puedo decir que tuve la oportunidad de estar cerca de uno, que me dejó omnubilado con la destreza de su magia. Aquella imagen y en las condiciones que se dieron, son de las que no se olvodan, así que...la entiendo tía Blasina.
ResponderEliminarLa maldad de los polvos mágicos o cómo vivir de ilusionismos.
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