viernes, 26 de abril de 2013

Desindexación o como inventar palabras para disimular

   -Los jubilados no están desindexados,
    quién los desindexará,
    el joputa desindexador que los desindexe,
    un cabrón será.
   ¡Más tinto, Martina! 
   -¡Hasta arriba para tí, hasta arriba para mí! ¿Sabes tita?, voy a emprender mi senda de reducción del déficit público comprando unas tijeras, ¡sí, señor!, para cortarle los cojones al orejón.
   -Con unas tijericas de uñas te va a bastar, sobrina, que ese no tiene cojones, sino garbancitos, ¿o es que nunca has leído a Freud, hija? Si minina chiquinina y güevines de garbancito, ¡el poder de macho ibérico lo saco jodiendo a los débiles!
   -Mira, tita, mira, si serán manipuladores de mierda, desindexar no viene en el diccionario de la RAE.
   -Trae para acá, Martina, que no sabes buscar. Fíjate, indexar: hacer índices, registrar ordenadamente datos e informaciones, para elaborar su índice; es decir, trae un poquito más de tinto que se me va a atragantar la palabrota, desindexar sería: no hacer índices, no registrar ordenadamente datos e informaciones, para no elaborar su índice. Resumiendo: ¡Vamos a hacer lo que nos dé la puta gana con vuestras pensiones! Pero, claro, eso queda feo en boca de un ministro, queda más bonito desindexar, que no se entiende, que acoquina, que apabulla, que suena a difícil tarea que solo son capaces de entender los muy entendidos.
   -Entonces, tita, cambio de idea, la escobilla del váter es lo que hay que meterles por la boca, para fregársela, a ver si aprenden a hablar en condiciones.
   -Pues espérate un segundo, hija, que me ha dado un retortijón con este tintorro del pueblo, y después la coges y nos vamos para la Moncloa.


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