-¡Cuánto me gustan las pollas, Martina!, sobre todo las pequeñitas, tan saltarinas y vivaces. El otro día vi una que me sorprendió, tan quieta, sobre sus huevos, tan serena... hasta que se levantó y ¡vi el tamaño de los huevos! Nunca imaginé que algo tan pequeño tuviera unos huevos tan grandes. Mira, Martina, aquí tengo las fotos, en mi álbum favorito, para contemplarlas de vez en cuando hasta que vuelva a disfrutarlas un día de éstos.
-¡Son lindas, tía Blasina! Estas fotos son de otras más grandes...
-Sí, pero esas me gustan menos. A mí me van las pequeñitas, son más inquietas, van y vienen con mayor ligereza y salero, ¡son encantadoras!, un placer, las disfruto más que las grandes. Éstas son más confiadas, lentas, menos vivaces. ¡Cómo las pequeñas, ninguna! Además, Martina, parecen más suaves, dan ganas de acariciarlas...
-Me gustan tus fotos, tita, no has escatimado en buscar perspectivas originales...¡hasta de los huevos!
-No sé por qué, hija, pero las pollas de agua son mi debilidad, me encantan, será porque se pasan la vida junto al mar...
-¡Bueno, tita, algún día te tocará la lotería y podrás comprar una casita en la playa!
-Ay, Martina, a mi edad mejor voy de hoteles y buscando el sitio más hermoso para que esparzas mis cenizas.
-Con las pollas, te lo prometo, tía Blasina.
A Urora, con kguiño.
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