sábado, 19 de marzo de 2011

   -¡Tía Blasina, yo guardo una como ésa!
   -Seguro que muchos la guardamos aún, quizá es hora de volver a lucirla ¡pero en las manos, cerebros, corazones y bocas!, que con esto de las modas corremos el riesgo de que sea la monería de turno.
   -También en los pies, tita, que si hay que manifestarse lo hagamos.
   -Claro que sí, Martina, va siendo hora de que dejemos de ser generaciones dormidas, de que nos roben los significados, de salir del engaño de la "fonetización de los valores", de la imaginería a la moda y nos pensemos dos veces lo que decía Miret Magdalena: esgrimimos "palabras bandera" (libertad, paz, justicia, democracia, respeto ecológico), pero no las asumimos en la práctica. Me acuerdo cada vez que escucho a políticos, sindicalistas y parlanchines de variado pelaje, ¡y más aún cuando me pillo en un renuncio!
   -La distancia entre la teoría y la práctica.
  -La distancia entre no querer nucleares y el derroche energético que practicamos en nuestra vida cotidiana.
   -La distancia entre nuestro silencio y dejar hacer al poderoso caballero Don Dinero.

    

sábado, 5 de marzo de 2011

¡Qué lejos está el 8 de marzo, Tía Blasina!

   -Larán, larán, larita, barro mi casita...
   -¡Vaya, tita, te encuentro dedicada a las labores propias de nuestro sexo!
   -Será del tuyo, porque las del mío las hago en la cama o el sofá, que los huesos son muy traicioneros y ya no los tengo para lavadoras ni bañeras.
  -Vale, repito: Tita, te encuentro muy ocupada con el mantenimiento de tu nido.
   -Sí, Martina, después de descubrir a un grupo de pelusones en procesión por el pasillo, he creído conveniente sacar de excursión al plumero, la escoba y la fregona, algún día tenía que hacerlo ¿no? Claro, como a ti te los saca de paseo tu querida Eulalia...
  -¡Ay, mi Eulalia! Sí que la quiero, tía Blasina, como que llevamos juntas diez años, pero a este paso no sé lo que va a durar, aunque tenga los sesenta y ocho recién cumplidos y en mi casa esté más tranquila que en la suya propia.
   -¿Está peor del corazón?
  -Del que ve el cardiólogo, bien, que precisamente fue a revisión hace tres semanas, pero del que yo veo...
   -Sigue con toda la tropa metida en casa...
   -Sí. El otro día se volvió a caer, o se tiró, su tía ciega, aunque no se ha roto nada, milagro a los noventa y cuatro que tiene, eso después de que Eulalia le comentara que quería ir a una excursión de esas que organiza el distrito.
  -Ya, chantaje emocional. ¿Y los hijos de Eulalia no pueden cuidarla?
  -Los varones, como manda la tradición, eso no es cosa de hombres y la hija nunca lo ha hecho porque trabajaba, ahora que la han despedido ocupa el día entre echar currículos y espantar la depre delante del ordenador.
   -Pues vaya panorama que tiene Eulalia.
   -Y ahí no acaba todo, tía Blasina, ahora el mayor, y el mayor tiene cuarenta años, se ha traído la novia a casa mientras arreglan su piso, para gastar menos, como están los dos parados...
   -¿El otro hijo trabaja?
   -Sí, con eso salen adelante, y añade lo que gana de un día a la semana en mi casa, que por eso sigue trabajando a su edad, porque por cariño nos tomaríamos un cafelito juntas. Eulalia se quedó viuda joven y su paga es una miseria.
   -Pues son seis bocas.
   -Sí, aunque una de esas boquitas se... Bueno, mejor me callo, que no quiero cabrearme otra vez.
   -Pues tragándotelo tampoco adelantas, Martina.
   -Te lo cuento, tita. El último día que vino, estaba Eulalia que no daba pie con bolo y de pronto, con las lágrimas casi saltadas, me dice, estoy harta, ya no puedo más, por qué no se van todos y me dejan sola, si yo no quiero que me agradezcan nada, yo lo único que quiero es tener tiempo para mí, para leerme mi novela sin quedarme dormida encima, para llegar a mi casa y poder descansar; anoche llega mi mayor del fútbol y tal como lo veo entrar por la puerta me digo, malo, su equipo ha perdido, porque entró bufando con la novia detrás callada, y me digo, le voy a poner de cenar un pescaíto frito que es lo que más le gusta, a ver si se calma; se lo pongo en la mesa y me dice, esto está casi frío, y yo le digo, lo he acabado de sacar de la freidora, lo que está es que no se puede ni tocar de caliente; y se puso hecho un energúmeno, se puso a gritarme y a dar puñetazos en la mesa que casi tira el plato y a mí me entraron ganas de darle dos guantazos, pero me saca dos cuartas y voy a salir perdiendo; y los demás allí, una pegada al ordenador, la otra mirando la tele y el chico con la videoconsola. ¿Qué hago yo?, me decía Eulalia.
   -Creo que no es la única que se lo pregunta, Martina.
   -Y ya mismo es ocho de marzo, tía Blasina.
   -Sí, pero ¿de qué año? ¿de qué siglo?

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