-En tu casa se está más fresco que en la mía, tita, ¿me das asilo esta tarde?
-¿Qué ojeas, Martina?
-Un libro sobre pintoras surrealistas. Mira, éste es de Leonora Carrington. Tenía desde pequeña un caballito de madera que se llamaba Tártaro en el que montaba y se sentía caballo, sentía que ella era un caballo. Cuando creció, su padre desesperado por su rebeldía de potranca decidió que debía madurar y se lo quemó. Leonora sufrió mucho.
-Aquí ella escapa por la ventana.
-Sí, el exorcismo de la creación. Mira éste de Maruja Mallo.
-Si ves la huella como unos ojos, la hoja enmudece la boca.
-Y los ojos-huella entristecen.
-¡Qué lindo, Martina, qué tierno!
-¿Cuál, tita?
-El del tiempo de Remedios Varo, parece que lo ha pintado el espíritu de un niño. ... ¡Oh, qué poderío! Es fascinante... a ver... Leonor Fini. ¡Para hacerse una estampita y mirarla cuando una esté depre! Creo que daría mejor resultado que santa Rita.
-Y éste de Norma Bessouet ¿te gusta, tita?
-Sí, mucho, ¿abre la puerta o cierra la puerta?
-¡Qué cada ojo decida! ¿Qué buscas, tía Blasina?
-Yo también tengo una.
-¿Puerta?
-No, lámina favorita. Mira.
-... Tita, Arcimboldo ni es mujer ni es surrealista...
-Es igual, me gusta, como si lo fuera. ¡Qué hombre más lúdico! Me motiva...
-Tita, ya estamos...
-Hija, una no es espíritu puro...
-Pues ya no lo encuentras, es del XVI.
-Dame tiempo, unos añitos más.
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