-Tía Blasina, despabila, llevas un buen rato absorta en la portada de Mujeres con rodete. ¿No piensas abrirlo y empezar a leerlo?
-Ya lo he terminado. Es que esas mujeres me han recordado a otras que conocí y este tendedero a lo que nos reíamos en la azotea, el único sitio donde nos podíamos reunir y que nadie escuchara nuestros secretos. Crecer en una dictadura es lo que tiene: estás rodeada de pequeñas dictaduras.
-Te ha gustado entonces...
-Sí, es ameno, ligero, cálido, en estos tiempos tan espesos y desangelados que corren no hace falta echar más leña al fuego. Me gusta, Martina, un libro con mujeres corrientes. A la gente corriente como nosotras no nos ocurren grandes tragedias, sino pequeños dramas cotidianos que resolvemos como mejor se nos ocurre, como hacen las protagonistas.
-Vamos, tita, que no te gustan las heroínas.
-Ni heroínas, ni heroína, ni antiheroínas, prefiero la marijuana y los libros con personajes de a pie. Y estos son entrañables, porque tienen entrañas, porque van buscando y deseando dentro de sus vidas invisibles. Y a veces encuentran y otras parece que no, pero acaban llegando a algún lugar, encontrando un camino o retomando uno perdido, en fin, recomponiendo sus vidas. ¿Y te has fijado en las ilustraciones de dentro? ¡Me encanta esa mesilla! Y el cesto, y...
-¿Y me lo quieres devolver de una vez, tita? ¡Qué tal como lo compré, te lo apropiaste!
-La culpa la tiene este tendedero y las horquillas de Candela, y la flor en el rodete.
-Digo yo que también lo que ojeaste cuando me lo quitaste de las manos, ¿no?, que te leíste unas cuantas páginas...
-Sí, Martina, en eso llevas razón. Además la entrevista con mi buena amiga La Escribana Pendolista me picó la curiosidad. ¿No la has leído?
-No, tita, ni Escribana, ni Mujeres con rodete, ¿me lo quieres devolver de una vez? Tengo ganas de leerlo.
-Tengo una idea, Martina, ¿por qué no te compras otro? Este como si fuera mi regalo de cumpleaños, ¿vale? Mira, te leo la primera página:
"Lo único que tenían en común la tía Paquita, la tía Amparo y la tía Adelina es que no eran mis tías. Paquita era cuñada de mi tía Lola; Amparo, de mi tío Esteban y la tía Adelina era la cuñada de mi tío Manuel.
La familia de mi padre era muy extensa, una docena de hermanos y hermanas sin contarlo a él, que era el más pequeño y el que salió más tarde del nido, precisamente por ambas razones a todos sus hermanos y hermanas les había dado tiempo de tener una buena cantidad de hijos como prescribía la santa madre Iglesia. Así pues durante mi infancia, en la década de los sesenta, estuve rodeada de lo que para mí eran muchos señores y señoras mayores a los que tenía que llamar tíos y tías, una era parentela carnal, otra parentela política y había tres tías que yo no entendía lo que eran, pero las llamaba tía Adelina, tía Amparo y tía Paquita. De mis tías Soledad, Lucía y Natividad sabía que eran hermanas de mi padre. De todas ellas, en realidad, sabía muy poco."
Mujeres con rodete está disponible en:
Padilla libros El Gusanito Lector
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La Fuga Babel Libros
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