viernes, 17 de agosto de 2012

Economía rectal

   -¡Hola, tita! ¿Tita? ¡Tía Blasinaaa!
   -¡Estoy en el trono, hoy ando un poco costosa!
   -¡¿Vas a tardar mucho?!
   -¡No sé si lo que estoy leyendo me ayudará. Escucha: “Me contó que antes trabajaba en blablablá, que estuvo años allí, en el departamento de relojes, pero que hace tres años enfermó, blablablá y perdió el empleo; cuando se recuperó, ya habían buscado a otra persona y no lo readmitieron,...”!
   -¡Es que con las reformas laborales que se han hecho en los últimos años nos están dejando con el culo al aire!
   -¡Paso a otra hoja: “... corrían ominosos rumores sobre la caja de ahorros en la que habían ingresado esa cantidad, blablablá, no solo confirmó las informaciones, blablablá, se ofreció a encontrarles alguna inversión segura que les brindase un tipo de interés más alto que el de la caja de ahorros bajo sospecha.”!
   -¡Esos cabritos, con tal de llenar las arcas...! ¡Son una mafia, todas sospechosas y encima tenemos que sanearlas!
   -¡Termino, de la última hoja: “... en un papel pegado a la parte interior del cristal: 'Se busca dependienta', blablablá, No podemos permitirnos más de treinta dólares al mes, pero el trabajo no es pesado, blablablá, Queremos una muchacha avispada, elegante y de modales corteses. Ya me entiende usted, no mayor de treinta años y guapa.”!
   -¡¿Qué periódico me estás leyendo?!
   -¡Uf, cómo apesta esto...! No es un periódico, Martina, es una novela de Edith Wharton, Las hermanas Bunner, publicada en 1916.
   -Ah...
  -Y escucha esto, como si el mismísimo Gallardón hubiera inspirado a la autora: “Siempre me han atraído las mujeres calladas, las que no montan jaleo ni se dan aires, a las que no les da miedo el trrabajo...”.
-Si retrocedemos un poquito más, me veo monja o con miriñaque.
-O haciendo la revolución francesa, la industrial o la que sea ¡por qué estamos hasta el moño! Dame una cerilla, Martina. No me mires con esa cara, hija, solo es para que se vaya el pestazo...